Amor de patria, amor extraño.

Amor de patria, amor extraño… Amor que cuando estás en ella no aprecias, porque se parece al amor de aquel pretendiente que sabes que siempre estará allí y, pese a su insistencia no le miras y por el contrario, te incomoda.

Es un amor que estando en su seno no valoras, porque no te has conocido sin su manto suave y protector, el cual, por más inconsistencias que existan, siempre te abraza, te abre las puertas y te dice: ésta es tú casa.

Es hasta que el paso inevitable de las nubes te impiden observar desde lo alto, ese trozo de tierra en donde se forjó tú historia personal y por tanto lo que serás, cuando se abriga en tú alma la fuerza de ese amor místico y extraño, que te desgarra el corazón, cuando eres consciente de tú partida.

Es un amor de aquellos que son para siempre, que no olvidas y que por el contrario, aún en la distancia te permite experimentar, con mucha cercanía, todas las emociones que se pueden vivir mientras estés en vigía.

Lejos de la patria, a veces te exaltas con los logros que en su honor se obtienen. En ocasiones lloras por la falta que te hace estar cerca de todo aquello que la compone. Puedes incluso enojarte cuando algunos de sus hijos insensatos, actuando mediocremente en su nombre, la pintan con colores sombríos marchitando su esencia, su esplendor y su brío. Ó, peor aún, sientes como la sangre te enerva cuando extraños ignorantes de su historia, con una ridícula seguridad, la blasfeman.

Amor de patria, amor extraño…Amor que llena, amor que duele. Eres sin duda un amor puro, porque dócilmente y sin quejarte sostienes a miles de ciudadanos que yacen en ti. Eres la raíz de donde emergemos y de la cual nos sostenemos. Eres la matriz más cálida que pueda albergarnos. Eres un amor que surge extraña e inevitablemente, sin ser llamado ni buscado, pero que nos impregna con un aroma agradable, que se convierte en parte de nuestro ser y que llevamos, invariablemente, hasta nuestro último amanecer.