¡Shhhh! No hagas ruido – Me dijo en voz baja y con el dedito índice en sus labios, una niña de tres años que se encontraba junto a un perro callejero dormido, al escuchar mi voz–.
¿Por qué? – Le pregunté extrañada –.
El perro está dormido, puedes despertarlo – Respondió –.
Ante su simple respuesta, pero tan llena de valores no pude más que sonreír, enternecerme y luego reflexionar que si todos fuéramos como niños seguramente estaríamos más pendientes de los demás seres vivos, los respetaríamos y procuraríamos más, pues los niños, libres de todo prejuicio forjado por la sociedad, no distinguen por razones de raza, sexo, clase social y en ocasiones ni siquiera por tipo de ser vivo.
Ejemplo de ello, la anécdota que les comparto, en donde se refleja que esta niña, a sus tres años de edad, tiene muy claro que el descanso del otro se debe respetar, sin importar si es un ser humano o un animalito.
En experiencias tan comunes como esta, a veces por la prisa en la que conducimos nuestras vidas ó por la alta tolerancia e insensibilidad que hemos desarrollado frente a los demás seres vivos, al ser testigos de hechos poco humanos o injustos y acostumbrarnos a que son situaciones normales, hacen que como en mi anécdota, no veamos al perro dormido, no lo respetemos ni mucho menos lo procuremos. Pero así como en este caso fue un perro, en su lugar puede estar otro animalito o un ser humano, ya sea que nos es extraño o inclusive alguien muy cercano.
Me da gusto ver tu espacio. Saludos. Benjamín. Por cierto, el mío es www.abismoenelsol.blogspot.com
ResponderEliminarHola Maestro.
ResponderEliminarPara mí es un honor que visite mi espacio. Gracias.
Si me permite pondré un enlace del suyo en la lista de blogs de amigos y conocidos.
Saludos cordiales,