martes, 1 de mayo de 2012

Adultos mayores: excluidos sociales.


Antes de leer el contenido de esta entrada, les pido un favor: tómense 10 segundos para contestarse la siguiente pregunta: ¿qué sería del mundo sin los ancianos? Y piensen, por favor, en los viejos y en las viejas que tienen gran cercanía con ustedes.
Una vez transcurrido este tiempo, pueden – si así lo desean – adentrarse a las letras que expresan el resultado de mi reflexión sobre tal cuestionamiento.
La primera imagen que me viene a la cabeza, es la de mi abuela, pues tal vez será la adulta mayor de mayor significancia en mi vida, en este momento. Y al pensar en ella, simple y sencillamente no podría imaginar siquiera el hecho de que por causa de su avanzada edad, la excluyesen de las actividades y de los planes que desde siempre ha realizado. No puedo concebir mi vida sin ella, sin sus enseñanzas, sin su realidad, sin su sabiduría.
Inmediatamente después pienso en un contexto más macro y no puedo evitar pensar que si hoy día este mundo está al revés, seguramente sin ancianos la historia no tendría ni pies ni cabeza. ¿Por qué? Porque al final de cuentas es la juventud acumulada en nuestros adultos mayores la que permite que tengamos un balance entre
experiencia y juventud. Equilibrio perfecto que da la oportunidad para que el brío, el atrevimiento y el empuje de los jóvenes  sean canalizados, mediante la apacible voz de la sapiencia.
Son los viejos y las viejas de este mundo los que permiten conectarnos con el pasado para proyectarnos al futuro, basándonos en el cúmulo de sus experiencias, anécdotas y costumbres que, en la mayoría de los casos, nos proporcionan las herramientas necesarias para la construcción de una mejor humanidad.
Es por esto que no puedo concebir como en la Universidad de Panamá (UP) a los adultos mayores que allí laboran, como catedráticos y expertos en la enseñanza superior, se les desecha cuando llegan a los 75 años de edad, pese a poseer las capacidades de salud física y mental adecuadas para seguir aportando a la educación. Sin embargo, el rector cuasi – vitalicio de dicha casa de estudios, apoyado en el Consejo General Universitario, ha considerado oportuno descartar a 120 catedráticos por llegar a la referida edad y a 400 administrativos que alcanzaron la edad de jubilación (57 años las mujeres y 62 años los hombres), de acuerdo a la noticia publicada el 30 de abril de 2012 en el diario La Prensa, bajo el título Renovación en la UP, entre los aplausos y las críticas de Urania Cecilia Molina.
Comprendo perfectamente que los profesionales jóvenes requieren que se abran espacios para poder incursionar en el ámbito de la enseñanza en la UP, sin embargo, no puedo entender cómo – de igual manera – no se pueden abrir espacios para los adultos mayores que llegan a una edad determinada, y por el contrario, adoptar medidas como cambiar el estatuto universitario, al antojo y capricho del rector, y tomar las salidas más fáciles, pero también las más leoninas a los adultos mayores, a la academia y por tanto a la sociedad.
Para la principal casa de estudios de Panamá, aquella que aparece en un indecoroso lugar número 4855, en el raking mundial de las universidades, publicado en enero de 2012, (Gracias, en gran parte a las políticas anti políticas mantenidas durante más de 20 años por el actual rector) ha sido más fácil expedir una norma violatoria no sólo a la Constitución Política de la República de Panamá, sino violatoria a todo principio mínimo de humanidad, principio que debe caracterizar a cualquier universidad del mundo. Pues el despedir a 120 catedráticos de un solo golpe sin crear para ellos ningún tipo de programa especial que permita, que los docentes que lleguen a determinada edad – si ese es su deseo – puedan seguir contribuyendo y aportando a la casa de estudios de Méndez Pereira, es un acto totalmente inhumano.
Me pregunto por qué no se les ocurrió, a las brillantes mentes que poseen en sus manos la responsabilidad tan grande de certificar a profesionales, que los catedráticos que alcanzaran los 75 años de edad podrían formar consejos de supervisión a nivel macro, respecto de las demás universidades que la UP autoriza a diestra y siniestra sin cumplir con las condiciones mínimas para constituirse en una institución de estudios superiores. O por qué tal vez no les pasó por sus  lustrosas mentes que se podrían conformar institutos de investigación, en todas las disciplinas del saber, en los cuales se propongan y se desarrollen investigaciones serias, como ocurre en las mejores universidades del mundo y de las cuales la UP carece. O por qué quizá no se conforman grupos de estudios liderados por los mencionados profesionales, de modo que puedan ayudar a los estudiantes de primer ingreso o inclusive a los que no logran comprender ciertas temáticas, etc., etc., etc.
Habría muchas ideas que se podrían contemplar en beneficio de los adultos mayores no sólo en la UP sino en todo el país, para que puedan seguir sintiéndose útiles y sobre todo transfiriendo sus conocimientos en pro de la sociedad panameña. Sin embargo, no hay ninguna política destinada a este sector de la población, más que programas eventuales organizados por asociaciones de la tercera edad que si bien permiten que cierto tipo de población participe de actividades recreativas, excluye a la gran mayoría de intelectuales y profesionales que llegan a la tercera edad sin ningún tipo de esperanza de hacer o de realizar actividades que les permitan sentirse vivos,  útiles e incluidos en la sociedad.
Esta es una tarea pendiente y el acto del rector fue simplemente nefasto y niega el sentido y el espíritu de lo que es una Universidad, con mayúscula inicial, en donde deben coexistir, entre muchos otros, precisamente, la universalidad de talentos, de conocimientos, de experiencias y por tanto de edades.
No obstante la postura que he sostenido en esta entrada, pienso que de acuerdo a las recientes modificaciones del estatuto universitario,  el primero en tener que salir de la UP es el rector cuasi vitalicio, pues su posición en el cargo estaría violentando el ordenamiento jurídico que el mismo modificó, ya que actualmente funge como administrativo y ya sobrepasó la edad en la que, como tal, debe retirarse (62 años). Y si ante esto arguye que es catedrático universitario, entonces sólo espero, que antes del 23 de septiembre próximo, fecha en la que cumple los 75 años de edad, no haya otra modificación al estatuto en la cual ponga como excepción a la norma, que establece el retiro de los catedráticos que llegan a la referida edad, a la figura del rector. Porque éste desde hace tiempo debió haberse ido, pero no por anciano, sino por incompetente. 

1 comentario:

  1. Querida Nelva:

    Tú mensaje es contundente y tienes toda la razón. Desafortunadamente este seguirá siendo el país de la mediocridad mientras excluyamos el talento de las personas mayores. También pienso en mi abuelita; ahora que encontramos sus escritos la profesora Dalia que está ayudando a revisar el borrador que me verificaste, me comentó que tenía un valor cultural para Penonomé y me alegra mucho que me hayas ayudado a rescatar este sueño que tenía desde hace treinta años atrás. Si Dios quiere, este año se hará realidad y podrán salir a la luz no solamente sus escritos sino la persona de la calidad humana que ella era y que me inculcó mucho de lo que hoy día soy, mi abuelita Fita Quirós de Tejeira.

    Un abrazo,

    MT

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