domingo, 19 de mayo de 2013

El significado de ser estudiante de posgrado: valentía, perseverancia, orgullo y anhelo


Hace un año, aproximadamente, escribí este ensayo para una actividad académica del posgrado de la UNAM. Hoy, una vez culminados mis estudios de posgrado, lo he releído encontrándole un sentido mucho más especial. Por ello, quiero compartirlo con ustedes. Saludos :)

I.                    Introducción
Ser estudiante de posgrado en la actualidad envuelve una serie de elementos de los más variados tenores, que pueden ir desde aspectos puramente emocionales hasta aquellos que guardan una relación estricta con las oportunidades y con los obstáculos que ofrece la implacable realidad.
En este sentido, partimos de la idea de que ser un alumno de posgrado implica la fusión indisoluble de actitudes, valores, sentimientos y acciones que se pueden condensar en: valentía, perseverancia, orgullo y anhelo.
II.                  Desarrollo
1.      Valentía
Tomar la decisión de estudiar un posgrado en una sociedad como la actual es un reto cargado de un valor y de una osadía que pocos tienen la capacidad de aceptar. ¿Por qué? Por la simple y sencilla razón de que
no es fácil que una persona decida emprender el viaje y navegar contracorriente en el inmenso océano de miedos, consumismo, aceleramiento, libre oferta y demanda, desvalores, pobreza y desempleo, que ofrece la sociedad neoliberal en la cual se transita en el presente.
Aceptar el reto de estudiar, más allá de una licenciatura, conlleva,necesariamente, salirse de la cápsula cerrada, en la que la misma dinámica de la vida nos mete. Involucra atreverse, romper y renunciar a aquello que se piensa produce confort y estabilidad. Estabilidad ésta que muchas se convierte en conformismo y en comodidad.
Ser estudiante de posgrado es un acto heroico, que refleja la capacidad de una persona de poder renunciar, muchas veces, al trabajo remunerado que en un momento determinado se estima como seguro; y, por el contrario, lanzarse – con las piernas trémulas y titubeantes, por la incertidumbre de un futuro desconocido – a los brazos de aquellos amigos silentes y ávidos de ser comprendidos, llámense libros, documentos, revistas y demás fuentes del conocimiento, con la noble y única finalidad de conocer y de aprender.
Este acto heroico representa el valor de romper con el cordón umbilical, que une, de forma natural, a una persona con su familia y con sus amigos, para dedicarse, a tiempo completo, a adentrarse al fascinante y sorprendente mundo de la exploración, de la búsqueda y de la investigación científica, con el anhelo de encontrar respuestas a las innumerables inquietudes que con frecuencia surgen en el andar por el mundo, tanto en la vida profesional como en la vida misma.
Esa ruptura del cordón umbilical antes mencionado, implica, muchas veces, alejarse por completo del lugar en el que se nace y del que se tiene la referencia de vida más cercana, pues en ocasiones los espacios que ofrecen mejores oportunidades de estudios a nivel de posgrado, no se encuentran en esa tierra, que en la distancia genera los sentimientos más llenos de nostalgia que jamás uno pensaría experimentar. Sin embargo, esa extrañeza al terruño y al único mundo que nos genera una paz y una seguridad que ningún otro puede ofrecer, a su vez revive ese coraje interior y esa valentía que en un momento determinado forjó la idea de estudiar un posgrado.
La valentía de la que se habla llega a su máxima cumbre, cuando una vez dentro del posgrado, el estudiante empieza a cuestionar y a dudar acerca de los cimientos sobre los cuales se ha construido su pensar y su visión particular del mundo y de las cosas. Y es que es el posgrado el espacio idóneo para que aflore, sin más dilación y con plena autoridad, la crítica constructiva de todo aquello cuanto existe y de la profesión misma que se cursa. Es en este momento, en donde se pone a prueba al estudiante del posgrado, pues no es tarea fácil descubrir en una edad adulta, que el mundo tal como nos lo habían contado, a través de la familia, de la escuela y de nuestro contacto con lo que se llama realidad, tiene tonalidades totalmente distintas a aquellas que pensábamos conocidas.
Este confrontar de lo construido versus aquello que emerge como resultado del posgrado, se asemeja a la entrada intempestiva de un fuerte vendaval, el cual llega con ímpetu y brío, levantando el polvo del camino, derribando viejas paredes, estremeciendo frágiles pisos y quitando rígidos techos, que con la excusa de proteger y ofrecer seguridad, limitan y fijan fronteras, obnubilando la visibilidad más allá de un pequeño recuadro.
No obstante, después del temporal,  con los pocos sobrevivientes al mismo, se empieza a construir un mundo nuevo, en el cual la vida es concebida, ya no con los dos únicos colores (blanco y negro) o con los dos únicos bandos (bueno y malo), que históricamente se han repetido, recalcado y transmitido, para cercar nuestro pensamiento y evadirlo del incómodo cuestionamiento, sino que por el contrario la vida adquiere una incontable cantidad de matices y explicaciones, que permiten comprender, aunque no necesariamente aceptar, el por qué la humanidad actúa como lo hace.
En el transcurso de la experiencia del posgrado el estudiante se confronta a sí mismo,  siente miedo, tiene dudas, experimenta el cansancio, acaricia la tristeza, el enojo y en muchas ocasiones se siente engañado, sin embargo, hay una sed inagotable y un amor infinito al conocimiento que puede más, y pese a que en algunos momentos, pareciera sentirse en un abismo y desea huir, esa valentía que lo llevó a tomar la decisión de inscribirse al posgrado, encuentra su confirmación en el implacable decreto de seguir.
2.      Perseverancia
Una vez superado aquel vendaval del cual se habló en líneas anteriores, gracias a la valentía y al coraje del alumno del posgrado. Éste también se puede definir como una persona con actitudes de una marcada e ineludible perseverancia, ya que el camino por el cual transita el estudiante del posgrado no carece en lo absoluto de los obstáculos, contratiempos y accidentes que uno se encuentra, normalmente en la vida cotidiana, por el simple hecho de andar.
De hecho, es en los momentos más críticos y de mayor exigencia a nivel académico, cuando germinan de manera inesperada, una serie de reveses que se convierten en pequeños desafíos dentro del proceso, poniendo a prueba la constancia, el empeño y el tesón del estudiante de posgrado.
Empero, son esos momentos los que fortifican a aquellos seres afanosos de conocimiento, ya que la vivencia del posgrado se convierte en un manantial del cual emana, no sólo el agua pura que deriva en la academia, sino  que también devienen de ese caudaloso manantial, los elementos precisos que permiten que el estudiante crezca como ser humano, se fortalezca y sea lo suficientemente apto para desarrollar la capacidad  necesaria de superar cualquier reto que se presente en la vida cotidiana.
Además, con la innumerable cantidad de distractores que existen en la sociedad actual, en donde las redes sociales y las diversas formas de entretenimiento ocupan un sitial central, estudiar un posgrado, además de representar un acto heroico tras vencer todas estas tentaciones y sobrevivir con éxito en el proceso, es sin duda alguna una demostración de una innegable perseverancia y constancia en pro del cumplimiento de nuestro objetivo.
3.      Orgullo
Ser estudiante de posgrado significa orgullo. Ese orgullo que nace de las causas más nobles, probas y virtuosas.  
Ser alumno de posgrado, representa, en primer lugar, ser muchas veces el único miembro de la familia en lograrlo. Conlleva ser el faro, la luz y el referente que guía y sostiene a ese núcleo cercano del cual germinamos. Significa ser la persona que se convierte en el ejemplo, en el estímulo y en el nervio impulsor de las nuevas generaciones de nuestro árbol genealógico. 
En ocasiones pasa casi inadvertido, pero cuando reflexionamos acerca de la forma en que la familia, que nos crío y que nos ayudó a crecer hasta la edad en la que pudiésemos sostenernos, nos percibe, podemos advertir que el ingresar a un programa de posgrado, les cambia radicalmente la visión acerca de nosotros, los estudiantes. Pues este giro, que tal vez nos parezca poco trascendente, enorgullece, alegra, satisface y hace palpitar con gran potencia y fulgor, los corazones de nuestros seres más queridos, ubicándonos en un altísimo pedestal.
En segundo lugar, ser estudiante del posgrado representa un orgullo a nivel personal, pues es el resultado de un sueño muchas veces originado en la infancia, cuando tal vez uno no era consciente de qué significaba el vocablo posgrado.
Sin embargo, en aquellos años pueriles, es muy probable que se conociese a alguien que portaba algún título de los que tales estudios otorga, y ese alguien se convirtió en un digno modelo a seguir, manteniendo en la mente del estudiante de posgrado la firme convicción de que cuando creciese estudiaría una maestría, un doctorado, o por qué no: ambos.
Además, ser estudiante de posgrado enorgullece, porque es el corolario de un cúmulo de esfuerzos de más de dos años que van desde un largo proceso de inscripción al mismo, en el cual hay que demostrar nuestras habilidades en diferentes temas para ser admitidos, hasta el proceso mismo de aprender y desaprender para volver a aprender.
Cursar estudios de posgrado no puede dejar de enorgullecernos porque a través de este proceso, podemos decir con orgullo que fuimos testigos de nuestra propia metamorfosis, de nuestro renacer como personas y sobre todo del surgimiento y desarrollo de nuestra autoconsciencia.
4.      Anhelo
Ser estudiante de posgrado significa mantener un profundo anhelo de un futuro distinto.
El alumno de posgrado encarna el loable ideal de materializar un cambio partiendo de si mismo. Para ello, apuesta por un cambio en su forma de comprender el mundo, en la manera de enriquecerse como persona y como profesional, en la forma de adquirir conocimientos y en el modo de crecer.
Por ello opta por estudiar el posgrado, para en primer lugar, generar cambios a partir de si mismo, generando así una especie de eco que resuene en otras personas, de modo que se motiven a adentrarse también en ese crecimiento que ofrece y provee los estudios de posgrado.
De igual forma, este anhelo que define al alumno de posgrado, va encaminado también en un afán y en un deseo de mejorar tanto su propia calidad de vida como la de su familia, pues el posgrado representa esa esperanza de buscar uno mismo las herramientas necesarias para ser más competitivos en el amplio mercado de intelectos que convergen en el día a día. De modo que sea el posgrado ese instrumento que permita abrirse camino y tener más y mejores oportunidades laborales.
El anhelo del estudiante de posgrado, no se limita a su ámbito personal. Este se extiende a nivel grupal y social, porque al estudiar un posgrado uno adquiere, refuerza y desarrolla un nivel de consciencia de lo colectivo.
Es por ello que este anhelo se convierte en una firme esperanza de poder compartir los conocimientos adquiridos con otros, y así poder contribuir a mejorar no sólo la calidad de vida personal, sino también a mejorar la vida de los demás, coadyuvándoles así a que puedan encontrar el camino para crecer y forjarse un mejor futuro.
III.                El significado de ser estudiante de posgrado: valentía, perseverancia, orgullo y anhelo.
Sin duda alguna que la experiencia de posgrado cambia radicalmente la visión de los alumnos que la viven.
Pues gracias a los valores, sentimientos y actitudes del alumno, al momento de determinar cursar los estudios y en el trascurso mismo del posgrado, se generan rompimientos de esquemas rígidos, cerrados, cargados de prejuicios y limitados.
Ese rompimiento permite el devenir de un inmenso mundo de posibilidades, en donde el alumno de posgrado encuentra respuestas a los innumerables cuestionamientos que le han surgido en el transcurso de la vida.
En este sentido, la experiencia misma del posgrado, permite que el estudiante abra su mente a dimensiones jamás antes imaginadas, en donde no existen límites, fronteras, ni horizontes, sino el simple deseo de navegar en el inmenso mar  al que nos introduce la investigación científica seria, a través de la cual los resultados no están ni han sido escritos, sino que pueden ser de los más amplios y diversos.
Esta apertura y este dejarse llevar como velero en alta mar, por el vaivén de las olas del conocimiento, genera al alumno del posgrado la satisfacción, la libertad y la paz que no había sido posible adquirir por ningún otro medio.
Sin embargo, tales estados máximos de satisfacción, sólo los puede alcanzar aquel estudiante de posgrado completo e íntegro, el cual es definido con la fusión indisoluble de actitudes, valores, sentimientos y acciones que se pueden condensar en: valentía, perseverancia, orgullo y anhelo.

4 comentarios:

  1. Gracias por compartir tus pensamientos, y felicidades por tus logros que se que no van a parar en el posgrado, sino, seguirán abonando a través de tus escritos que cada vez llega a un número mayor de lectores. Nuevamente felicidades y espero nos sigamos comunicando. NOEMI

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  2. Gracias Noemí. Seguimos en contacto. Saludos.

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  3. Mari, que ensayo más bueno. Si hubiese la oportunidad de publicarlo en algún medio, que permita estimular a otros estudiantes a seguir y a no decaer, a que tengan el coraje, la valentía y la perseverancia para el logro del conocimiento en ese aprender y desaprender y vuelta a aprender y así tener profesionales comprometidos con el país, sería bueno.
    Un abrazo, me siento orgullosa de ti.
    Que lástima que Heras no pueda leer lo que escribe su sobrina, porque con letras de molde lo hubiese puesto en la Prensa.

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  4. aquí pasan de las 2 am, por lo que en otro momento con mis neuronas más dispuestas paso por tu casa y te leo, si?

    sip, amenazo volver.

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