lunes, 26 de septiembre de 2022

Hasta siempre amada abuela

 

(Palabras dichas en la misa de despedida de mi abuela el 24 de septiembre de 2022)

En estos momentos en que las piernas me tiemblan, por la honda tristeza que siento, escucho la voz de mi abuela decir, ¡aplómese “Cuchi”! Era su manera peculiar motivarme a afrontar pruebas difíciles y de ir siempre hacia adelante.

Desde el pasado martes 20 de septiembre, que mi abuela cayó con el derrame masivo, las explicaciones médicas me hicieron darme cuenta que sería el principio del fin de la vida física de mi amada abuela Pasto, uno de los pilares fundamentales de mi vida.  

Mi abuela tuvo la cualidad común de las abuelas de consentir a sus nietas y nietos de forma desmedida. A todas y a todos nos consintió siempre.

Muchas características podría decir de mi abuela en esta tarde. Sin embargo,

me gustaría compartir aquellas que son los legados que en medio de tantas emociones, puedo recordar de primera mano que me dejó. Hoy se las comparto con el ánimo de acercarles a mi experiencia de su vida.

Realismo de la gente sabia

La persona más realista que he conocido es mi abuela. Tenía la capacidad que solo la sabiduría puede darnos, de entender cómo son las cosas, de no creer en falsos optimismos y esperanzas desproporcionadas o bien de exagerar situaciones extremas. Por el contrario, tenía la capacidad de afrontar las cosas como eran, de buscar soluciones cuando era posible y de aceptarlas o resignarse cuando no lo era.

Con mi abuela,  hablamos mucho de la muerte. Y en los últimos tiempos, aunque yo no quería, ella tocaba mucho el tema de la muerte. Su realismo era capaz de aceptar que el tiempo no perdona y que como dice la canción del tamborito que más le gustaba, es inevitable que se nos vaya la vida, porque esa es la verdad, que los años pasan y esos si no vuelven más.

Hoy ese realismo debe llevarnos a la resignación y a entender que la muerte del cuerpo físico es parte del ciclo de la vida y que ella ha pasado a un estadio superior en el que nos acompañará de otro modo, mediante los recuerdos que tenemos de ella.

Amor

El amor que mi abuela nos legó fue un amor presente. Que no solo se dice con llamadas o con expresiones tiradas al aire o con estar cada cierto tiempo en la vida de la gente, sino con estar presente siempre, tanto en las buenas como en las malas, pero también en la cotidianidad de la vida.

 Si recuerdo cada vez que me enfermé mi abuela estuvo allí. Cada vez que tuve una prueba difícil, ella estuvo allí con sus consejos y sus plegarias a San Antonio, acompañándome. Pero también, en los momentos de alegría ella estuvo presente. En cada uno siempre estuvo mediante su compañía o entregándose mediante una actividad que amaba mucho hacer, cocinando sus ricos platillos, como su famoso arroz con pollo.  Esto no era algo exclusivo para mí. Lo hizo con todas y todos a quien quiso y amó.

Con ella hablé de muchos temas, muchos de los cuales serían muy controversiales para una mujer que nació en la década de los años treinta del siglo pasado. Aún así, siempre me escuchó y yo a ella, y aunque no siempre coincidimos, siempre respetamos nuestras ideas. Esa también es una forma de amar.

Destaco de manera particular, su amor por su familia, por sus hijos e hijas, de quienes siempre sintió un profundo orgullo. De los cuatro (Herasto, mi mamá Nelva, Yiya y Juny) siempre se sintió orgullosa. Destacando su honestidad, su rectitud, su humildad y su generosidad. El verles como personas hechas y derechas fue siempre un motivo de orgullo para ella, porque detrás de ellas y ellos estuvo su labor. En varias conversaciones que tuvimos, incluso con terceras personas, ella refería que sentía orgullo de ello.  Su trabajo diario, no remunerado para sacarlos adelante, entendiendo que el estudio y los valores éticos inculcados en casa era lo que les ayudarían a ello, fue sin duda algún hecho con y por amor por ellas y ellos, pero también con la clara convicción de que esa educación les ayudaría a tener un futuro mejor que el que ella tuvo. En el caso de las mujeres, incluso solía agregar para que no dependieran de nadie, como ella tuvo que hacerlo.

Fortaleza, alegría y buena actitud ante la vida.

Mi abuela fue una mujer fuerte. Con frecuencia hablaba de lo dura que fue su vida de niña en el campo, sin tener la posibilidad de disfrutar la niñez, sino que tuvo que trabajar desde pequeña en una familia de 9 hermanas y hermanos. Pese a ello, relataba como lograba transformar sus vivencias para hacerlas alegres. Pasó por la muerte de 7 hermanos y hermanas, de su esposo y de su hijo mayor, y de todas estas muertes se repuso y salió adelante, gran parte de la vida adulta (38 años) viviendo sola.  Pero salió adelante con entereza.

Además, destaco que casi siempre mi abuela tenía un buen sentido del humor. Y cuando no era así, yo, con una singular irreverencia que me hacía llegarle por la relación estrecha que teníamos, le decía alguna broma para que sonriera y se le pasara el enojo o estado de decaimiento, que no era muy común. Estoy bien, para que decir que estoy mal si no gano nada con eso. Era una de sus expresiones sencillas pero poderosas que solía decir. Acompañada de la vida hay que vivirla y gozarla.

Casi siempre mi abuela estaba contenta, con una sonrisa, con prisa por vivir el momento y con una clara conciencia de vivir con bienestar, para disfrutar la vida de manera digna, sin sufrimiento ni pena. Y así fue hasta el último de sus días.

Diez minutos antes que le diera el derrame, como casi cada día hablé con mi abuela. Ese día ella estaba particularmente contenta, bromeamos, nos reímos y lo último que dijo fue “Me saluda a mi chef,  María Emilia y a Merlí”.

Me fue difícil entender la noticia de mi mamá pidiendo auxilio para ayudarla,  porque mi abuela estaba desmayada pocos minutos después. Mucho más difícil me fue verla en un estado de inconciencia. Aún así, sus ganas de vivir se manifestaron en ese duro momento. Cuando llegué y le dije ¡abuela! hizo un gran esfuerzo por abrir sus ojos, que curiosamente dejaron de verse verdes y estaban con color oscuro. Me  queda la certeza de que me escuchó. Me apretó fuerte la mano y no me soltaba, como una forma de sentirse segura, de no caerse. Incluso, cuando la llevaban en la camilla,  con los ojos cerrados y sin reaccionar, se agarraba fuerte, buscando preservar la vida, para no caerse.

Siempre se cuidó. Fue una paciente disciplinada, una persona activa, entendía la importancia de caminar para  su bienestar físico y mental, estaba al día con sus medicamentos y controles médicos, comía de forma sana. Pese a las dolencias y achaques de “viejo” como decía, siempre miró la vida con alegría, y así fue hasta el último minuto.

Una vez sentada junto a María Emilia, luego de que se fractura la cadera, en ese estado de conciencia y realismo permanente, nos dijo, no sé cuál sea mi futuro pero, yo creo que Cuchi y María Emilia no me van dejar sola ¿verdad? Ese día su mirada reflejaba a una mujer que pasaba de ser autónoma a depender, y con la voz quebrada, pero tratando de ser al menos un poquito fuerte como ella. le dije nunca la dejaremos abuela. Ella respondió yo lo sabía. Recordé mucho esas palabras durante esta semana.  Y la vida es como es. No sabía que estaríamos en ese momento último de esta forma. Y a través de este proceso, que incluyó guardarme el dolor que siento e ir a los lugares que nunca hubiera deseado ir, como la morgue, simplemente con la idea de acompañarla hasta el último momento y de    retribuirle un poco todo lo que ella hizo y significó para mí.

Gracias a mi querida y adorada abuela por estar siempre y sobre todo por todo lo que nos legó a sus hijas, hijos, nietas, nietos, bisnietos, bisnietas a sus familiares, amistades.

Incluso, ella, quien se preocupaba de si un día como hoy la llorarían o si la recordaríamos, tuvo la audacia de terminar de asegurarse de que esto ocurra para siempre, no solo por nuestra ricas vivencias, sino también por nacer la noche buena y trascender el día del cumpleaños de mi mamá, su hija mayor.

Esa semilla de amor, de realismo y de alegría está en cada una de nosotras y nosotros, germinando y fructificando. Y puede tener la certeza que hoy todas y todos sus seres queridos le acompañamos y le lloramos, porque nos duele, pero somos conscientes que seguirá siendo eterna en cada una de nosotras y nosotros.

Hasta siempre mi amada abuela.  


Foto de Juan Lee

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