Día de la tierra y día en que un porcentaje de la población – la cristiana – recuerda la crucifixión de Jesucristo. Paradójica coincidencia, sobre todo cuando hay lugares, como en el que me encuentro, en donde los árboles han perdido su verdor, tornándose “chocolatosos”, en donde el cielo cada vez es más gris y en donde son contados los días en los cuales los hermosos colores del atardecer se pueden vislumbrar y disfrutar. Y, por otro lado, donde a diario hay un sin número de muertes gracias a las absurdas políticas y decisiones de un par de individuos, supuestamente divididos en dos bandos, que luchan entre sí - movidos por el dinero - con un odio acérrimo e irracional, dejando a su paso víctimas – humanas – que son consideradas daños colaterales.
Día sin duda de reflexión, no tanto en los pecados y en la culpa, como las iglesias en su afán de controlar los cuerpos, constantemente nos invitan a recordar, sino en el mensaje de amor y de vida que Jesús quiso transmitirnos desde el primero hasta el último de sus días, y que constituye el mensaje más incomprendido de la historia. Mensaje que además, con el gran daño que le hacemos a la tierra que Dios nos entregó intacta, cada día nuestra vida y la posibilidad de vivirla en un ambiente acorde a ese mensaje de amor, se encuentra en más riesgo, en más peligro.
Mary, le quedó muy bien el artículo y la poesía, desde luego que sus venas de escritora es sin lugar a duda REYES.
ResponderEliminarSaludos, Nelva.
Hay madre, que modestia la suya. Jajaja. Gracias. Slds.
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