miércoles, 27 de abril de 2011

Memorias de un árbol vecino

Hace treinta años vi cuando tus padres te trajeron en brazos. ¡Me emocioné! Porque ya no sería el único infante del barrio que empezaba a cimentar sus raíces en la tierra.
Varias veces agité mis extremidades para refrescarte, cuando cansado de los dinámicos juegos que tenías con tus amiguitos, el sol te agobiaba y te quemaba.
Actué de sostén cada vez que querías dejar tú bicicleta recostada, mientras te plantabas largas horas  a conversar con tus adolescentes cuates.
Te presté mis manos y mi cuerpo para cubrirte y servirte de celestino, cuando quisiste darle el primer beso a la señorita del departamento C 605, de modo que no te vieran tus padres, pero sobre todo, para que no te vislumbrara su sobreprotectora madre.
Te ofrecí sombra cuando adquiriste tú primer carro, para que cada vez que entraras en él, lo sintieras fresco y agradable.
Me llené de alegría cuando vi tú primer retoño, porque pensé que así como cuando yo tengo los míos, tú vida estaría más colorida, más bonita y más feliz.
Pero, una tristeza invadió mi tronco cuando días después de que
compraste un auto – último modelo – motivaste mi muerte.
No entendía por qué. Pero, por cosas de la vida, la reunión que convocaste con tus vecinos, la hiciste debajo de mi frondoso cuerpo, que les sirvió de sombrilla ante el sol radiante que hubo aquel día. Por ello, escuché que lo que te molestaba eran las hojas que ocasionalmente caían en tú carro, al que decías, yo ensuciaba.
Los vecinos cercanos a ti, te apoyaron. Y aunque decidieron cortarme de raíz, no pudieron. Sin embargo, mutilaron mis brazos y truncaron la vida de varios de mis retoños.
Hoy, luego de pasar un gran dolor físico y emocional, deseo aclararte que en ningún momento quise causarte molestias, ensuciándote tú carro. Lo que quería hacer, por el contrario, era llamar tú atención. ¡Necesitaba que me vieras! Porque tenías años que no lo hacías. Por ello, enviaba de emisarias a mis hojas, las cuales algunas veces incluso se encontraban vivas, pero ya no me importaba. Deseaba que al menos así, voltearas y me miraras. 
Soy el mismo árbol que creció contigo, tengo tú misma edad y si me veo un poco más viejo es por la cantidad de enfermedades respiratorias que he tenido gracias al smog que tú y algunos como tú producen y que realmente me ensucian.
Además, he sufrido muchas pérdidas, porque mis retoños ahora duran menos, pues ya no sé bien cuándo debo prepararme para tenerlos, ya que a causa de tantos cambios en el clima, que tú también contribuyes a generar, no sé cuando es primavera, verano, otoño  o invierno.
Pero, así como constantemente luchas para sobrevivir, yo también lo hago y lo seguiré haciendo hasta el último día, que tú u otro humano me permita vivir. Por ello, hoy he vuelto a florecer y por el amor que te tengo y por todos estos años compartiendo, seguiré mostrándote mi emoción al verte, mediante una suave brisa, que espero que algún día puedas agradecer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario