En un frío seis de febrero
emprendí en tú cometa un inesperado viaje
que me ha llevado a los espacios más recónditos
de tú inagotable cuerpo celeste,
dándome el calor necesario
para que treinta y un meses
se conviertan en el inexorable tiempo
de vivencias insuperables,
donde yacen mis mejores ayeres,
el más sereno de mis presentes,
y en donde visualizo mis próximos amaneceres.
Por lo que hoy, seis de septiembre,
sólo me queda, agradecerte.
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