viernes, 27 de diciembre de 2019

Cortando estereotipos


Crecer en una sociedad machista y vivir bajo conceptos de lo que debe ser una mujer y de cómo debe comportarse ha permeado mi vida, así como sé que ha moldeado la vida de otras mujeres. Es increíble como desde cosas tan básicas tenemos que actuar, sentir y pensar conforme a la expectativa de los demás, pudiendo ser estos hombres o mujeres, pero, con independencia de quién sea,  ese modelo y esa construcción se ha realizado – directa o indirectamente – en función de complacer el ojo de los varones, porque han sido ellos quienes han definido los cánones de nuestro mundo, incluyendo el significado de lo que es ser mujer.

Pese a ello, cuando las mujeres develamos estas construcciones forzadas, nos revelamos de muchas formas, con pequeños actos y resistencias que hacemos tanto en lo individual como en lo colectivo. En el ámbito de nuestra vida privada y también de nuestra vida pública.

En esta entrada, quiero compartirles una de esas resistencias que he tenido durante muchos años, pensando que era vivida sin mayores contratiempos. Pero, hoy, con una decisión que he tomado
he sentido la dureza de esta.

Siempre me ha parecido absurdo tener que ir a un salón de belleza, con una alta frecuencia para pasar largas horas de mi vida para peinarme, mediante un proceso incómodo, sometida al calor, al dolor y al olor desagradable que generan los aparatos calientes al tener contacto con el cabello y con productos o agua.

Más paradójico todavía me ha parecido realizar esta práctica para pasar una semana con ese peinado, sin lavar el cabello, pues vivimos en un país tropical húmedo, que es además sumamente caliente.  
Asimismo me ha resultado irónico someter a mi cabello a estos procesos, cuando por lo delgada de su hebra, solo al salir del salón, todo el proceso vivido se viene abajo.

Ni hablar de la cantidad de energía que se gasta con esta práctica nada eco amigable, que además nos somete a las mujeres a un canon de belleza, el de la mujer alaciada, de pelo largo, generando estigmas sobre aquellas que poseen cabellos ondulados, rizados,  cuscús y cortos; y generando crisis muy fuertes en aquellas que tienen calvicie o luchan contra el cáncer, por ejemplo. 

Aunado a lo anterior, me parece terrible los costos económicos que representa para las mujeres tener que peinarse, al menos una vez a la semana, usualmente fuera de su casa, porque la sociedad te presiona de mil maneras para que lo hagas.

He tenido 25 años peinándome prácticamente de una misma forma. Luego de lavarme el cabello cada día, me he amarrado una colita.  En el interín he tenido momentos en los cuales, buscando mi identidad y llevada por esa sociedad superficial, en mi adolescencia y juventud temprana he caído en las prácticas antes dichas, pero en períodos de muy corta duración.  

Mi peinado sencillo ha sido motivo de sendas burlas, miradas de menosprecio en eventos rimbombantes, exclusión de ser invitada a algunos de ellos por no ir a la altura de un peinado y de recibir opiniones no pedidas de parte de personas muy cercanas y de gente extraña. ¿Por qué no te peinas de esta forma? ¡Este o aquel peinado te quedará hermoso! No sé cuándo te peinarás de otra manera. ¡Nelva y su colita! (En sentido lastimoso) ¡Debes hacerte un peinado más profesional! ¡La imagen es muy importante! ¡No pareces abogada!... En fin. Cientos de comentarios a los que he hecho caso omiso, y cuando mis apellidos han amanecido revueltos, he contestado tajantemente, ¡porque así he querido!  Mi peinado se convirtió entonces – desde hace unos años – en una expresión de rebeldía. De salir del molde. De mostrar que no soy un peinado, sino una mujer integral y capaz.

Me dije que la única forma de cambiar mi peinado sería para cortármelo bajito. Pues desde niña me han gustado los cortes de cabello corto. Recuerdo a muchas personas que así lo han llevado, desde mi maestra de primer grado hasta personas que a lo largo del tiempo he conocido, y quienes han inspirado mi deseo de atreverme a cortármelo alguna vez.  Sin embargo, ha sido fuerte el mandato social de que las mujeres debemos tener el cabello largo, porque esa es la expresión de la feminidad. Solo hay que ver los comerciales de productos de belleza o de cuidado femenino en donde salen  mujeres y, pese a que en los últimos años se introducen mujeres con pelo corto, la mayoría son con cabellos largos, porque detrás de ellas aparece un hombre que suele ser seducido por el olor, lo sedoso, o el color del cabello largo. Es decir, en algo tan básico como el cabello, los demás han definido nuestra feminidad o nuestra  identidad como mujeres.

Hoy decidí materializar mi corte de pelo. Y fue increíble todo lo que pasó en ese momento. Por primera vez fui consciente de esto que me he atrevido a compartir en esta entrada. Durante el proceso, sentí muchas ganas de llorar y un fuerte dolor en el pecho. Recordé las veces que había sido discriminada o burlada por la forma en la que he llevado mi cabello, y solo hasta hoy, pude entender que cada frase y expresión recibida me habían dolido.

Sin duda alguna, cada día es un re-descubrimiento personal distinto. Una de-construcción o ruptura de los mandatos familiares, sociales y culturales de un mundo superficial y profundamente machista.  Cada día es la construcción de un nuevo ser, como mujer y como un ser humano libre. Alguna vez una amiga de mi madre, quien había llegado a los 50 años  decía que luego de esa edad, ya no le importaba decir y hacer  lo que quería. En ese momento me cuestioné  por qué tenía que llegar a los 50 para ser libre, por lo que desde ese momento, poco a poco, he ido construyendo, bajo ensayo y error, un ser más a imagen y semejanza de mis expectativas y no de las de los demás.

Con este cambio de look despido el 2019 y recibo el 2020 con la firme convicción de que como mujer, que se siente orgullosa y plena de serlo, camino cada día para ser más libre y ayudar a otras a serlo también, incluso con algo tan simple como con un corte de pelo.

Por un año 2020 con mayor equidad, libertad y sororidad. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario