lunes, 23 de abril de 2018

¡Hasta luego Donnita!



¡Hasta luego Donnita! Con esa frase solía despedirme cada vez que tenía que salir de la casa, recibiendo una mirada triste de respuesta que imploraba ¡quédate! Mirada, que hasta el último de tus días, me hizo sentir un remordimiento al dejarte.

De cachorra, mi hasta luego iba acompañado de un sin número de malabares que lograban cerrar cualquier espacio por donde pudieran escabullirse las setenta libras de cuerpo fornido y piel café, ansiosas de canalizar una enorme e infatigable energía que poseía, corriendo bajo las escaleras del apartamento de mi mamá.

Más de una vez nos pegamos tremendo susto, por esas correderas que nos hiciste pasar, las cuales, como al juego del policía y ladrón, ganabas tras la traición de nuestros reflejos, llevándonos tras de ti, inclusive en pijama.

¡Cuanta energía tenías mi Donnis! Recordarte en tus años mozos es rememorar a un ser chispa, siempre alegre, incansable, rebelde, fuerte y robusto, que, además, tenía de complemento contrastante, un alma noble, amorosa, dulce y realmente tierna.

Tu rostro implacable de pitbull asustaba a todo aquel ser vivo que no te conocía. Sin embargo, todas las personas que tuvimos la fortuna de compartir contigo, sabíamos que eras tú quien te asustabas con ellos.  Ahora podemos decir ese gran secreto. Sé que a pesar de ello, las veces que estuvimos en peligro, estuviste dispuesta a defendernos.

Fuiste además toda una guerrera. Pocas veces a lo largo de tus 14 años, 9 meses y 19 días te enfermaste. Sin embargo, esas pocas ocasiones fueron muy fuertes. Y cuando ocurrieron las afrontaste con gran valentía, sin quejarte ni chillar de dolor, en silencio, con una fortaleza envidiable y digna de imitar.

Cuando cerca de tus dos años un gato no entendió que solo querías jugar con él y te aruñó infectándote todo el cuerpo, recuerdo, que el médico nos dijo que en sus más de 20 años de experiencia profesional solo había atendido 5 casos con una infección similar, y de ellos, solo dos habían sobrevivido. Poco tiempo después, sumaste a sus estadísticas y fuiste la número tres.
Cada vez que mi mamá y yo íbamos a visitarte al veterinario, ver tu colita moverse en medio de tantas cicatrices y heridas, nos decía, que valía la pena hacer todos los esfuerzos posibles porque tú querías vivir y porque tú estabas esforzándote ¡No nos rendimos, porque no te rendiste! Y el tiempo nos dio la razón, respecto de todo lo agradecida que fuiste con nosotras.

Tuve la oportunidad de verte ese primero de julio del año 2003, cuando del vientre de Honey saliste con luz propia, pequeña, con la publicidad engañosa de que serías quietecita, tierna, como un pequeño osito de peluche. Y hace menos de una semana, el 19 de abril de 2018, me tocó verte, con esa misma serenidad con la que llegaste, pero ahora, por última vez.

Decirte hasta luego Donnita de forma definitiva, me pone del otro lado de la puerta, sintiendo lo mismo que tal vez tu sentías; escuchando el silencio profundo de tu ausencia; sabiendo que mi fiel compañera de trabajo; de andar detrás de mi de un lado al otro; de los paseos matutinos y nocturnos (desde que tu fuerza disminuyó); de los abrazos repentinos y cariñosos;  la adicta al pan; o la que se metía en las maletas cuando me iba a México, para que no la dejara; ya no estará más.

Duele, como pocas veces he sentido un dolor. Duele, de una forma que solo quienes hemos tenido mascotas sabemos, pero sé, en el fondo de mi corazón que te fuiste tranquila, en paz y sintiéndote amada. Que diste más de lo que los pronósticos decían. Que no padeciste tanto en tus últimos días. Que disfrutaste en medio de nuestros aprendizajes de cómo cuidarte, nuestra compañía. Y que tal vez, así como nosotras, mi mamá, María Emilia (en los últimos años) y yo, te aferraste un poco a nosotras, porque luchaste hasta el último suspiro por no irte.

Hoy, solo me queda agradecerle a la vida y a los dioses de los perros, por haberme dado la oportunidad de tener la experiencia de amarte y de recibir, a través de tu mirada y de tu invaluable compañía, ese amor infinito que me diste, que nos diste. Me siento privilegiada por haber recibido tanto amor de un ser tan noble y bueno como tú.

Siempre estarás en los mejores de mis recuerdos, y para rememorarlos, sembraremos sobre ti, un árbol de flores, el cual cada vez que florezca nos recordará tu alegría, tus travesuras, tu mirada  tierna, tu fortaleza y tu amor.

¡Hasta luego mi amada Donnita!

4 comentarios:

  1. Muy bello Nelvita, solamente tuve la oportunidad y me atrevo a decir que la dicha de conocer a Donita y definitivamente me logro trasmitir mucha ternura y hasta fui muy bien recibido por ella. Muy pocas personas entienden que más que una mascota, llegan a ser miembros de nuestra familia, por lo que su pérdida llega a ser muy triste y doloroso.
    Se que te quedas con los mejores recuerdos de su vida, lo cual indudablemente trasciende más allá de su despedida y permanecerá por siempre viviendo en sus corazones.

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  2. Querida Nelva:

    Me identifico con el sentimiento que estás expresando, sé lo mucho que querías a Donita porque desde que te conozco, creo que ya hace más de 10 años, ella era parte de importante de las anécdotas de tú vida.

    Cuando partió mi hija perruna Gigi, fue como si me hubiesen arrancado una parte de mi corazón. No recordaba sentir tanta tristeza y dolor, desde la muerte de mi abuelita Fita. Mi perrita fue como una hija para mí, la primogénita.

    Yo no podía tener hijos que era lo que más anhelaba y ella llenaba de cierta forma esa necesidad de amar a alguien más de una manera incondicional. Porque además dependen al 100% del cuidado que una les brinda, así que era como mi hija consentida.

    Recuerdo que cuando la compré en Paris y la llevé conmigo en el viaje a Tortola, casi la mato de una intoxicación gastrointestinal porque le compré un pollo de un restaurante Chino en Paris porque como el veterinario me había dicho que solamente podía comer pollo y vegetales, y estábamos en un hotel, se me ocurrió comprarle lo primero que encontré en el camino. Esa experiencia casi que me cuesta un divorcio. Desde ese momento que la vi tan débil y pequeñita porque tenía si acaso 6 semanas de nacida, se convirtió en la reina de la casa. Mi esposo viajaba todo el tiempo y cuando regresaba a casa, Gigi no lo dejaba que se acostara en nuestra cama porque era de ella y mía; mi esposo estaba de más según ella. Entonces llegó el día que él se molestó tanto que de un solo carajazo la mandó a dormir en una camita en el closet de nuestra recámara. No te imaginas lo que sufrimos las dos por este cambio. Apenas él se iba de viaje, saltaba a la cama para dormir abrazada a mi costado, pero tan pronto veía que mi esposo regresaba, se iba a la camita como si nada y así seguimos con la trampa hasta el día que se fue. Cuando mi hijo Alessandro que fue tan esperado, iba a nacer, mi familia me decía que tuviese cuidado porque ella era muy celosa y le podía hacer daño. Me contaban historias de terror, pero yo nunca tuve miedo y lo primero que hice cuando llegué del hospital, fue ponerle al niño en su regazo para que lo conociera; desde ese instante se convirtió en su segunda mamá. Alessandro creció con ella a tal punto que cuando empezó a gatear quería comerse las bolitas de Gigi y quería jugar con los juguetes de ella. Recuerdo un día que le quiso quitar un juguete y él la mordió bien fuerte, ella jamás le respondió sino con amor. Y así, tengo recuerdos increíbles de las aventuras que vivimos juntas y que son recuerdos bellos y alegres de mi vida aún cuando también sufrimos algunos sustos por situaciones de descuido involuntario. Cuando falleció, mi hijo Alessandro me preguntó si estaba en el cielo con Michael Jackson, para esos días él había fallecido; Ale tenía si acaso 6 años y nunca le había hablado de ese personaje, así que me dejó perpleja. Le tuve que decir que no creía que Gigi estaba en el mismo cielo que MJ, que más bien creía que estaba con sus amiguitos, los otros perros de la familia que se habían ido por delante. Hoy día tengo 4 perros y 5 gatas pero ninguna de estas mascotas tiene la misma relación de complicidad y entrega de amor que tuve con mi Gigi porque ella podía hasta entender mis sentimientos.

    Nelva te acompaño en el dolor que sientes y te aconsejo que no dejes de tener mascotas porque es el mejor regalo que nos podemos dar. Donita siempre estará contigo.

    Un abrazo,

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  3. Hola Ing. Marcela.

    Gracias por sus palabras y por compartir parte de sus increíbles anécdotas con Gigi.

    Realmente pienso que los animales que se convierten en nuestras mascotas son seres de luz, de amor y de entrega infinita. Yo particularmente no había experimentado un amor así, tan desmedido, congruente, leal y cercano, hasta que conocí a Honey y luego a Donnita.

    Inicialmente, ninguna de las dos estaban a mi cargo, pero, por las suertes del destino, así concluyeron. Ellas lograron que yo aprendiera a sentir empatía y amor por los animales y desde entonces, mi mirada hacia ellos cambió. Desde ese momento he sido afortunada de haber tenido esa magnífica experiencia, que seguramente en un futuro volveré a tener. Pero ahora, toca pasar este trago amargo de la despedida.

    Saludos.

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