Hoy hablaba con una persona que ostenta un alto cargo en el país, acerca
de su posibilidad de reelegirse. Me
gustó escuchar, por primera vez en mucho tiempo, a una persona, política, que
además es mujer, con una claridad, respecto de los cargos públicos de alto
mando y dirección.
Tajantemente me afirmó, "hay gente que se me ha acercado para pedirme que
continúe en el cargo y me han manifestado que me apoyarían para que siga en él, pero, ya tuve mi
oportunidad e hice lo que pude con lo que tuve, por lo que el reelegirme no es
una opción, además que no entra en mi concepto de vivir en democracia."
Esto me hizo recordar un pensamiento que he tenido desde hace tiempo
respecto de los puestos de elección popular, cualesquiera que estos sean, porque,
particularmente, creo y concibo a la democracia como ese espacio, en donde
todas las personas contribuimos un poco: con el voto, con el
asumir una responsabilidad para dirigir un cargo determinado, y – en el
intermedio – coexisten muchas personas, que fiscalizan, facilitan, y desarrollan acciones
para que esos cargos puedan cumplir con sus objetivos.
En esa democracia que creo, esos cargos, son temporales, porque de lo
contrario pasan a ser pequeñas dictaduras que se van fortificando como
tiranías, gracias a egos crecidos, que llevan a quienes pudieron ejercer un buen
mandato en un momento determinado, a equivocarse y a abusar de la confianza que
la gente les depositó.
Hace unos meses atrás, hice una investigación respecto de las juntas directivas
de distintas entidades públicas, y me daba cuenta como muchos de los
representantes del sector privado, de los sindicatos y líderes de asociaciones o gremios tenían más de 15 años de ocupar esos cargos, en donde, por Ley se benefician de
dietas pagadas por el Estado, altísimas, por asistir a un día de reunión,
ganándose en un día más de un salario mínimo mensual. Vale la pena aclarar que esas leyes no han sido cuestionadas, por aquellos que las reciben, a pesar de que muchos de ellos, son los que salen hablando en nombre del pueblo, criticando planillas abultadas y otros gastos similares sostenidos por los gobiernos. ¿Dónde está la congruencia?
En similar situación se encuentran los políticos partidistas que ocupan
cargos de representantes, diputados y alcaldes. En el corregimiento en donde nací,hace
unos años atrás, recuerdo al representante siendo joven, hoy día es un hombre
canoso y envejecido y sigue en ese cargo, y particularmente, no he visto más
resultados que la fiesta del corregimiento, letreros de “sus obras”, pintar
algunos espacios públicos y ligas de fútbol. ¡Ah! Y, por cierto, una vez acudí a él, mediante un
mensaje para solicitar intercediera para realizar una inspección a un local de
comida cerca de la casa, que se encontraba en paupérrimas condiciones de salubridad y me
remitió al Ministerio de Salud. Entiendo que esa es la entidad competente, pero
él es el representante o intermediario de los ciudadanos y ciudadanas de su
corregimiento, ante las autoridades. Para eso le pagamos. En fin, tantos años
haciendo poco, le generó un conformismo por hacer lo mínimo o simplemente nada.
En la Asamblea Nacional de Diputados, hay diputados que tienen cincuenta
años ocupando una curul, es decir, diez períodos legislativos. Hace
poco, un osado y valiente periodista le cuestionó a uno de ellos, frontalmente, acerca de cómo era posible que llevara cincuenta años allí sin darle al país mayores resultados, el diputado le respondió que el electorado lo seguía eligiendo y por eso estaba allí. ¿Es en serio? El ego
de los reelegidos se vuelve tan fuerte en la mente de dichos ungidos que
piensan que el pueblo - ese, al que han acostumbrado del asistencialismo, y que está necesitado de políticas públicas serias que le permitan tener un mínimo de vida digna - les necesita y les quiere. No pueden si quiera tener un mínimo de sentido común, por no decir de vergüenza, y comprender que ya su tiempo pasó y que se requiere renovar ese espacio para alguien a quien no se le haya acabado la energía, que traiga ideas innovadoras, que no esté sentado en su silla de confort, y que esté más acorde a las necesidades actuales. Es muy fácil justificar su cuasi perpetuidad, depositando la responsabilidad en otros, aquellos de quien se sirve y aprovecha.
Afortunadamente, hoy día no se puede reelegir al presidente, pero también
como país padecimos en macro lo que es un puesto continúo de un gobernante,
gracias a la dictadura que existió.
Se aproximan las elecciones y las mismas caras que hoy, ayer y antes de
ayer, estuvieron, pretenden reelegirse. Ya les escucharemos con su saco lleno
de promesas, de que estas vez si cumplirán.
En síntesis, la democracia se fortalece con la renovación, con la incorporación
periódica de nuevas ideas y con energías recargadas. De lo contrario viviremos,
como ahora, sumidos y sumidas por una red de tiranías en todos los niveles,
pequeñas dictaduras que nos gobiernan, que con colores y discursos teóricos
distintos, se convierten, con el paso del tiempo en uno mismo, olvidando las motivaciones
políticas, en los casos en que fueron positivas, del por qué ocuparon esos
cargos; desconociendo las capacidades de las demás personas que también quieren
aportar su parte y reduciendo sus posibilidades; acrecentando su ego y alimentando su poder, o mejor dicho, en
la mayoría de los casos, su fantasía de poder; cayendo – la mayoría de las
veces – en actos ilícitos, teñidos de corrupción, para preservar ese “poder” en el tiempo.
Mi llamado es a la atención, a la reflexión, a la congruencia y sobre
todo a la constante renovación, de lo contrario, seguiremos en el mismo hoyo en
el que nos encontramos, institucional, política, cultural, económica y socialmente.
#NoALaReelección #Renovación #Democracia
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