
Ese sentimiento de satisfacción, bienestar, placidez, tranquilidad y seguridad, que hemos conocido con el nombre de felicidad y, que se disfrutaba en el presente; en el mundo moderno y post moderno ha adquirido una fuerza determinante para justificar el consumismo reinante, reduciéndole siempre a un estado futuro que debemos alcanzar, mediante la posesión de bienes materiales. Tal como lo establece el Diccionario de la Lengua Española, al definir la felicidad como el estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien. (No hay que olvidar quiénes son los que tienen injerencia para establecer y definir conceptos, bajo el nombre de una institución referencial para todos los hispanos hablantes).
Además, de acuerdo con el sociólogo polaco Zigmunt Bauman, la felicidad – en la modernidad - se ha transformado de aspiración ilustrada para el conjunto del género humano en deseo individual. Y en una búsqueda activa más que en una circunstancia estable, porque si la felicidad puede ser un estado, solo puede ser un estado de excitación espoleado por la insatisfacción.
Es decir, la felicidad ha quedado delimitada a un estado individual, inestable y futuro que lo determina la posesión de bienes materiales y que por tanto, al ser reducida a cuestiones externas al alma (como desde hace siglos lo mencionaba Aristóteles), es esporádica; y, precisamente por esas características, en la modernidad y en la postmodernidad, se requiere que sea el objetivo a buscar constantemente, en donde no importa cuánto cueste (tanto en esfuerzo como económicamente) o cuánto nos embarguemos, lo importante es la posesión del bien para sentirnos felices unas horas, luego de las cuales deviene la insatisfacción y por ende nuestras mentes vuelven a concebir un nuevo objetivo - bien que buscar para ser felices. Estos bienes no necesariamente son cosas u objetos, únicamente palpables o sin vida, pueden ser personas, estudios, trabajos, cargos, reconocimientos externos de otros, etc. Es decir, en el mundo moderno y post moderno, la felicidad ha estado condicionada, razón por la cual mucha gente vive en estado de insatisfacción, ya que la innumerable cantidad de cosas que diariamente salen al mercado, nos hace querer buscar más y más, no como una aspiración personal de superación que vaya en contra del conformismo, la cual a mi juicio estaría bien, sino como una mera posesión, que no se sabe muy claramente para qué se necesita, pero aún así, hay que obtenerla. Olvidándonos que la felicidad no es la que está reducida únicamente a lo material. Sino que tal como lo indicaba al inicio es un sentimiento duradero de satisfacción, bienestar, placidez, tranquilidad y seguridad, que se vive en el presente, que proviene de nuestro interior y que nos permite disfrutar lo que somos e incluso lo que tenemos.
Sobre este particular, les dejo otra reflexión del libro Del Peregrino Loco, que ya he estado citando en este blog.
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Felicidad Condicional
Autor: Grian
Del libro: El Peregrino loco.
Aquella joven peregrina parecía sentirse a gusto en compañía del peregrino loco, con el cual conversaba largamente durante las jornadas.
- Seré feliz el día en que me pueda comprar una casa - le dijo la joven un día -, con unos amplios ventanales y una terraza sobre el mar; y una buhardilla forrada en madera donde leer las tardes de lluvia…
-¿Y por qué no eres feliz ya? – le interrumpió el peregrino loco.
La muchacha no esperaba aquella pregunta.
- ¿Porqué motivo tendría que ser feliz ya?- preguntó.
- ¿Acaso dice en alguna parte que hay que tener un motivo para ser feliz? – preguntó a su vez el loco.
La joven guardó silencio mientras reflexionaba.
-No, supongo que no - dijo al fin -. Pero se supone que todo el mundo debe tener un sueño que, cuando se cumple, le hace sentirse inmensamente feliz, ¿No?
-Sí. Eso hace la mayoría – reconoció el peregrino loco -. Pero, de este modo, lo único que hacen es hipotecar su felicidad, condicionarla al hecho de que se haga realidad este o aquel deseo. Y si el deseo no se hace realidad, entonces caen en el lado opuesto y se sienten tremendamente desdichados.
- Bueno – aceptó la muchacha sin mucho convencimiento - , es una manera de ver las cosas.
- No, no es sólo una manera de ver las cosas – levantó la voz el loco como si en ello le fuera su demencial prestigio - . La gente se pasa la vida persiguiendo deseos y diciéndose que serán felices cuando los alcancen; sólo para conseguirlos, ser felices dos días y buscarse un nuevo deseo con el cual poner la felicidad a otros dos o tres años vista. Se comportan como el burro detrás de la zanahoria, siempre corriendo detrás de sus sueños para no ser felices nunca.
- Sí. Puede que tengas razón – admitió la joven sin demasiado énfasis.
- ¡Claro que tengo razón! – Levantó la voz aún más el loco - ¿Cómo espera ser feliz la gente si le ponen condiciones a su felicidad?
La muchacha parecía divertida con el estallido de su extraño compañero, pero no respondió. -
- Oye, ¿Con quién estás enfadado?
El loco la miró como aturdido por unos instantes y, luego, en voz baja, como contándole un secreto, le contestó:
- Estoy enfadado con la estupidez humana.