Antes de leer el contenido de esta entrada, les pido un
favor: tómense 10 segundos para contestarse la siguiente pregunta: ¿qué sería
del mundo sin los ancianos? Y piensen, por favor, en los viejos y en las viejas
que tienen gran cercanía con ustedes.
Una vez transcurrido este tiempo, pueden – si así lo desean –
adentrarse a las letras que expresan el resultado de mi reflexión sobre tal
cuestionamiento.
La primera imagen que me viene a la cabeza, es la de mi
abuela, pues tal vez será la adulta mayor de mayor significancia en mi vida, en
este momento. Y al pensar en ella, simple y sencillamente no podría imaginar
siquiera el hecho de que por causa de su avanzada edad, la excluyesen de las
actividades y de los planes que desde siempre ha realizado. No puedo concebir
mi vida sin ella, sin sus enseñanzas, sin su realidad, sin su sabiduría.
Inmediatamente después pienso en un contexto más macro y no
puedo evitar pensar que si hoy día este mundo está al revés, seguramente sin
ancianos la historia no tendría ni pies ni cabeza. ¿Por qué? Porque al final de
cuentas es la juventud acumulada en nuestros adultos mayores la que permite que
tengamos un balance entre
experiencia y juventud. Equilibrio perfecto que da la oportunidad para que el brío, el atrevimiento y el empuje de los jóvenes sean canalizados, mediante la apacible voz de la sapiencia.
experiencia y juventud. Equilibrio perfecto que da la oportunidad para que el brío, el atrevimiento y el empuje de los jóvenes sean canalizados, mediante la apacible voz de la sapiencia.
Son los viejos y las viejas de este mundo los que permiten
conectarnos con el pasado para proyectarnos al futuro, basándonos en el cúmulo
de sus experiencias, anécdotas y costumbres que, en la mayoría de los casos,
nos proporcionan las herramientas necesarias para la construcción de una mejor
humanidad.
Es por esto que no puedo concebir
como en la Universidad de Panamá (UP) a los adultos mayores que allí laboran,
como catedráticos y expertos en la enseñanza superior, se les desecha cuando
llegan a los 75 años de edad, pese a poseer las capacidades de salud física y
mental adecuadas para seguir aportando a la educación. Sin embargo, el rector cuasi
– vitalicio de dicha casa de estudios, apoyado en el Consejo General
Universitario, ha considerado oportuno descartar a 120 catedráticos por llegar
a la referida edad y a 400 administrativos que alcanzaron la edad de jubilación
(57 años las mujeres y 62 años los hombres), de acuerdo a la noticia publicada el 30 de abril de
2012 en el diario La Prensa, bajo el título Renovación en la UP, entre los aplausos y las críticas de Urania Cecilia Molina.
Comprendo perfectamente que los
profesionales jóvenes requieren que se abran espacios para poder incursionar en
el ámbito de la enseñanza en la UP, sin embargo, no puedo entender cómo – de igual
manera – no se pueden abrir espacios para los adultos mayores que llegan a una
edad determinada, y por el contrario, adoptar medidas como cambiar el estatuto
universitario, al antojo y capricho del rector, y tomar las salidas más
fáciles, pero también las más leoninas a los adultos mayores, a la academia y
por tanto a la sociedad.
Para la principal casa de estudios de
Panamá, aquella que aparece en un indecoroso lugar número 4855, en el raking
mundial de las universidades, publicado en enero de 2012, (Gracias, en gran
parte a las políticas anti políticas mantenidas durante más de 20 años por el
actual rector) ha sido más fácil expedir una norma violatoria no sólo a la
Constitución Política de la República de Panamá, sino violatoria a todo
principio mínimo de humanidad, principio que debe caracterizar a cualquier universidad
del mundo. Pues el despedir a 120 catedráticos de un solo golpe sin crear para
ellos ningún tipo de programa especial que permita, que los docentes que
lleguen a determinada edad – si ese es su deseo – puedan seguir contribuyendo y
aportando a la casa de estudios de Méndez Pereira, es un acto totalmente
inhumano.
Me pregunto por qué no se les ocurrió,
a las brillantes mentes que poseen en sus manos la responsabilidad tan grande de
certificar a profesionales, que los catedráticos que alcanzaran los 75 años de
edad podrían formar consejos de supervisión a nivel macro, respecto de las
demás universidades que la UP autoriza a diestra y siniestra sin cumplir con
las condiciones mínimas para constituirse en una institución de estudios superiores.
O por qué tal vez no les pasó por sus lustrosas mentes que se podrían conformar
institutos de investigación, en todas las disciplinas del saber, en los cuales
se propongan y se desarrollen investigaciones serias, como ocurre en las
mejores universidades del mundo y de las cuales la UP carece. O por qué quizá
no se conforman grupos de estudios liderados por los mencionados profesionales,
de modo que puedan ayudar a los estudiantes de primer ingreso o inclusive a los
que no logran comprender ciertas temáticas, etc., etc., etc.
Habría muchas ideas que se podrían
contemplar en beneficio de los adultos mayores no sólo en la UP sino en todo el
país, para que puedan seguir sintiéndose útiles y sobre todo transfiriendo sus
conocimientos en pro de la sociedad panameña. Sin embargo, no hay ninguna
política destinada a este sector de la población, más que programas eventuales
organizados por asociaciones de la tercera edad que si bien permiten que cierto
tipo de población participe de actividades recreativas, excluye a la gran
mayoría de intelectuales y profesionales que llegan a la tercera edad sin
ningún tipo de esperanza de hacer o de realizar actividades que les permitan
sentirse vivos, útiles e incluidos en la
sociedad.
Esta es una tarea pendiente y el acto
del rector fue simplemente nefasto y niega el sentido y el espíritu de lo que
es una Universidad, con mayúscula inicial, en donde deben coexistir, entre
muchos otros, precisamente, la universalidad de talentos, de conocimientos, de experiencias
y por tanto de edades.
No obstante la postura que he
sostenido en esta entrada, pienso que de acuerdo a las recientes modificaciones
del estatuto universitario, el primero
en tener que salir de la UP es el rector cuasi vitalicio, pues su posición en
el cargo estaría violentando el ordenamiento jurídico que el mismo modificó, ya
que actualmente funge como administrativo y ya sobrepasó la edad en la que,
como tal, debe retirarse (62 años). Y si ante esto arguye que es catedrático
universitario, entonces sólo espero, que antes del 23 de septiembre próximo,
fecha en la que cumple los 75 años de edad, no haya otra modificación al
estatuto en la cual ponga como excepción a la norma, que establece el retiro de
los catedráticos que llegan a la referida edad, a la figura del rector. Porque
éste desde hace tiempo debió haberse ido, pero no por anciano, sino por incompetente.
Querida Nelva:
ResponderEliminarTú mensaje es contundente y tienes toda la razón. Desafortunadamente este seguirá siendo el país de la mediocridad mientras excluyamos el talento de las personas mayores. También pienso en mi abuelita; ahora que encontramos sus escritos la profesora Dalia que está ayudando a revisar el borrador que me verificaste, me comentó que tenía un valor cultural para Penonomé y me alegra mucho que me hayas ayudado a rescatar este sueño que tenía desde hace treinta años atrás. Si Dios quiere, este año se hará realidad y podrán salir a la luz no solamente sus escritos sino la persona de la calidad humana que ella era y que me inculcó mucho de lo que hoy día soy, mi abuelita Fita Quirós de Tejeira.
Un abrazo,
MT