En mis clases de posgrado muchas
veces leí un tema apasionante, que hasta hace unos días viví realmente de
cerca, con una experiencia que trasciende toda teoría.
Varios autores afirman que bajo
la dinámica de poder en la que vivimos, encontramos dos mundos: el mundo de la
universal inclusión y el mundo de la universal exclusión.
En palabras simples y de forma
muy general, porque el tema tiene varias aristas y da para mucho, esto consiste
en que los detentadores del poder, han polarizado el mundo en dos lados o polos.
En uno se encuentran los incluidos, es decir, aquellos que van cónsonos con el
sistema de poder que les rige, los que no disienten, los que no atentan con
dicho poder y los que siguen al Derecho, el cual es el instrumento perfecto de
expresión de dicho poder, mediante el cual se definen algunas conductas consideradas
como las únicas válidas y obviando una infinidad de conductas humanas, que
simplemente el Derecho no puede contemplar, porque sería imposible abarcarlas
todas.
Este mundo solo se ve así mismo,
y contempla las únicas posibilidades dentro de las cuales deben comportarse los
individuos, creando así, otro mundo u otro polo: el mundo de la universal exclusión.
En él, están todos aquellos que...
atentan con la racionalidad del poder. En dicho mundo entran los no incluidos, los cuales podrían traducirse en muchos grupos humanos que actualmente son excluidos del sistema desde su definición teórica o conceptual hasta la forma en la que la sociedad los trata, muchas veces por esa definición previa (mujeres, pobres, miembros de la población LGBTTTI, por mencionar algunos).
atentan con la racionalidad del poder. En dicho mundo entran los no incluidos, los cuales podrían traducirse en muchos grupos humanos que actualmente son excluidos del sistema desde su definición teórica o conceptual hasta la forma en la que la sociedad los trata, muchas veces por esa definición previa (mujeres, pobres, miembros de la población LGBTTTI, por mencionar algunos).
Sin embargo, en este escrito quiero referirme única y
exclusivamente a uno de los grupos que hasta hace poco he tomado consciencia
del nivel absoluto de exclusión social y de vulneración total de los Derechos
Humanos, en el que viven en Panamá: las personas trans (transgénero: persona
que nace con un sexo biológico, se piensa, se siente y se comporta, con un
género contrario al sexo con el que nació; transexual: persona que fue
transgénero en algún momento, pero que se ha hecho una cirugía de reasignación
sexual).
Yo se poco de la población trans,
de hecho hasta hace un par de semanas conocí a la primera persona trans en mi
vida, no obstante, sé de Derechos Humanos, y en ese sentido, comprendo
claramente:
- Que el principio universal de la Declaración de los Derechos Humanos, el cual está inserto en prácticamente todas las legislaciones del mundo, incluyendo la de Panamá, consistente en que todos los seres humanos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos, aplica para todo ser humano que habite en esta tierra. No solo para aquellos que yo conozca o comprenda, incluyendo por su puesto a las personas trans.
- Que en virtud de lo anterior, toda persona tiene todos los derechos y libertades que establecen las leyes nacionales, sin distinción de ninguna índole, siendo, una de dichas libertades, la de tránsito, la cual está contemplada en el artículo 27 de la Constitución Política de la República de Panamá, y la cual no puede ser restringida sino por ciertas condiciones muy específicas. En tal sentido, ninguna Ley en Panamá, prohíbe que la población trans circule de forma libre por el país, por tanto, no es posible que estas personas se vean sometidas a los abusos que la Policía Nacional de forma constante realiza contra ellas.
- Que de acuerdo al artículo 21 de la Constitución Política de la República de Panamá, nadie puede ser privado de su libertad, sino en virtud de mandamiento escrito, de acuerdo a las formalidades legales y por motivos previamente escritos en la Ley. Es decir, no existe ninguna norma jurídica que establezca que el ser trans es un delito en nuestro país, por tanto, toda detención que se realice a la población trans sin ningún motivo, es una violación flagrante a este artículo constitucional y constituyen hechos que bien pueden ser catalogados como abuso de autoridad.
¿Porque refiero esto? Porque hoy
precisamente se conmemora el día mundial de los Derechos Humanos y hace
escasamente unos días, fui testigo de un acto de discriminación a los artículos
antes citados y sobre todo a la dignidad de las personas trans.
La historia se resume en que
junto a otras personas de la Red por la Democracia Participativa, asistí a una reunión y al culminar la misma, tres
personas trans que trabajaban en la oficina que nos facilitaron para realizar nuestro
conversatorio, al concluir su jornada de trabajo, se dispusieron a ir a sus casas. No obstante, al salir del
edificio, coincidentalmente pasaba una patrulla de policías, quienes sin ningún
motivo les dijeron a las tres mujeres trans que debían subirse al vehículo. Las
jóvenes les preguntaron por qué, si ellas iban saliendo de su trabajo y les
mostraron sus cédulas de identidad personal y sus carnets de trabajo, pues son
promotoras de la salud. Sin embargo, los policías les
dijeron que porque eran homosexuales y que estaban trabajando en la
calle, lo cual era falso.
Para obligarlas a subir al carro
de la policía, las mujeres trans fueron amenazadas, con el discurso de que si
no se subían al carro les echarían gas pimienta y fueron tratadas con palabras
soeces y obscenas.
Los miembros de la red, quienes
estábamos por terminar la reunión, al enterarnos de lo ocurrido acudimos
inmediatamente a la sub estación de policía más cercana, que era la de San
Miguel. Al llegar, le dije al policía que era abogada de las chicas trans, no
me dejó entrar al recinto, porque dijo que ya las iba a sacar. Le pregunté al
policía C. Murillo, que por qué las había detenido y me dijo estamos haciendo
profilaxis, le comenté que por qué a ellas justamente las había detenido, me
dijo estamos haciendo profilaxis con todas la gente que está en la calle,
insinuando que eran prostitutas.
Le dije ellas no son prostitutas,
de hecho les mostraron sus carnets de trabajo como promotoras de salud, ¿por
qué se las llevaron aun así? A lo que respondió, tratando de rectificar lo que
dijo, que la profilaxis era con toda la población, le dije que era falso y que
lo que hacía era un abuso de autoridad, pues estaba coartando la libertad de
tránsito de las personas sin ninguna orden de ninguna autoridad competente.
El policía insistió en que era
con todo el mundo y se fue en la patrulla, seguramente a continuar su casería
de otros seres excluidos socialmente, a quienes pueden vilipendiar cuando les dé
la gana, por estar cubiertos con un uniforme y un arma.
Esta situación que para muchos nos puede
parecer una novedad, es el día a día de las personas trans en este país,
quienes no solo son excluidas por la autoridad, sino por toda aquella persona
que las ve caminar en la calle con una mezcla de curiosidad y rechazo, y
quienes legalmente en este país, están en total indefensión.
A raíz de este lamentable
incidente, pude enterarme de que además de estos hechos que ocurren muy a
menudo y que a veces son peores, pues inclusive han llegado hasta a golpes y a
abusos sexuales; existen muchas otras situaciones que tienen a las personas
trans arrinconadas socialmente en nuestro país.
En ese sentido, pude conocer de
sus mismos testimonios que tampoco en los centros médicos les dan atención
cuando tienen problemas de salud, negándoles el Derecho Humano fundamental de
la salud y de la vida misma.
Aunado a esto, si una persona
trans cambia su apariencia al género con el cual se siente identificada o
identificado, no le permiten ingresar a la escuela ni a la universidad.
Excluyéndolos también del Derecho Humano a la educación, que toda persona según
la teoría, tiene. De hecho, en la Universidad de Panamá solo les permiten
estudiar temas relativos a belleza, negándoles la libertad de elección de la
carrera por la que deseen optar y, tristemente, revelando la profunda
ignorancia que existe en estos temas en la principal casa de estudios de este
país.
Y ni hablar tampoco del Derecho
Humano al trabajo, el cual es negado en la mayoría de las empresas panameñas y
oficinas públicas, siendo que las personas trans se ven arrinconadas para trabajar en las estéticas o salones de
belleza, uno de los pocos oficios en los cuales se les permiten trabajar y obtener un ingreso que les permita sostenerse en este
país.
En síntesis, las personas trans
en Panamá, de las que casi nunca se habla, viven excluidas socialmente, muchas
veces desde su familia, pasando por la sociedad, la autoridad y la Ley. Lo mínimo
que podemos hacer es tratar de ser un poco como esa palabra que nos define,
humanos, y ponernos en los zapatos aunque sea por un segundo y pensarnos en
situaciones tan degradantes como el hecho de que no te brinden atención médica,
ni educación, ni el derecho a transitar por tu país con libertad, para poder
sentir y cambiar de actitud frente a estas personas.
Por ello, en este día mundial de
Derechos Humanos, el cual tristemente se conmemora, pues al hablar de los
mismos, estamos afirmando que lamentablemente no existen para muchos grupos
humanos, quise darles vida a las personas trans, a través de estas letras, con
el ánimo de denunciar lo que viven y de reflexionar, pues no es posible que
ninguna persona que se considere defensora de los Derechos Humanos de un grupo,
discrimine o no asuma también la defensa de los derechos de otros grupos
humanos, menos conocidos tal vez, porque el sistema de poder que genera exclusión así lo ha querido, pero con iguales derechos que todos y todas, por el simple hecho de ser
integrantes de la gran diversidad humana.
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