Cuando las fuerzas renuncien
a luchar por sostenerme,
celebren el llanto del niño,
que arriba, victoriosamente.
Cuando mis ojos dejen,
de parpadear dulcemente,
observen al hermoso lirio
que es vida, calladamente.
Cuando mis brazos
desdeñen,
de moverse alegremente,
abracen a su más preciado cariño,
que aún respira, silentemente.
Cuando mis pies se
cansen,
de caminar automáticamente,
corran como los chiquillos,
que disfrutan andar, libremente.
Cuando mis latidos
cesen,
de palpitar contracorriente,
amen como los perritos,
que lo hacen, incondicionalmente.
Cuando mi partida anuncien,
y llorar sea lo socialmente prudente,
rían como la fluidez de un río,
que disfruta y vive, eternamente.
Que lindo amiga!
ResponderEliminarMe llena de emoción tus líneas, aunque parezca contradictorio porque habla de una "despedida", pero entiendo que no es en sí una despedida cuando se puede asemejar a lo eterno.
Besos,
Yurisel
Gracias por tú comentario amiga.
ResponderEliminarTú apreciación es acertada en el contexto de mi escrito.
Un abrazo.