I.
Introducción
Ser estudiante de posgrado en la
actualidad envuelve una serie de elementos de los más variados tenores, que
pueden ir desde aspectos puramente emocionales hasta aquellos que guardan una
relación estricta con las oportunidades y con los obstáculos que ofrece la
implacable realidad.
En este sentido, partimos de la
idea de que ser un alumno de posgrado implica la fusión indisoluble de
actitudes, valores, sentimientos y acciones que se pueden condensar en:
valentía, perseverancia, orgullo y anhelo.
II.
Desarrollo
1.
Valentía
Tomar la decisión de estudiar un
posgrado en una sociedad como la actual es un reto cargado de un valor y de una
osadía que pocos tienen la capacidad de aceptar. ¿Por qué? Por la simple y
sencilla razón de que
no es fácil que una persona decida emprender el viaje y navegar contracorriente en el inmenso océano de miedos, consumismo, aceleramiento, libre oferta y demanda, desvalores, pobreza y desempleo, que ofrece la sociedad neoliberal en la cual se transita en el presente.
no es fácil que una persona decida emprender el viaje y navegar contracorriente en el inmenso océano de miedos, consumismo, aceleramiento, libre oferta y demanda, desvalores, pobreza y desempleo, que ofrece la sociedad neoliberal en la cual se transita en el presente.
Aceptar el reto de estudiar, más
allá de una licenciatura, conlleva,necesariamente, salirse de la cápsula
cerrada, en la que la misma dinámica de la vida nos mete. Involucra atreverse,
romper y renunciar a aquello que se piensa produce confort y estabilidad.
Estabilidad ésta que muchas se convierte en conformismo y en comodidad.
Ser estudiante de posgrado es un
acto heroico, que refleja la capacidad de una persona de poder renunciar,
muchas veces, al trabajo remunerado que en un momento determinado se estima
como seguro; y, por el contrario, lanzarse – con las piernas trémulas y
titubeantes, por la incertidumbre de un futuro desconocido – a los brazos de
aquellos amigos silentes y ávidos de ser comprendidos, llámense libros,
documentos, revistas y demás fuentes del conocimiento, con la noble y única
finalidad de conocer y de aprender.
Este acto heroico representa el
valor de romper con el cordón umbilical, que une, de forma natural, a una
persona con su familia y con sus amigos, para dedicarse, a tiempo completo, a adentrarse
al fascinante y sorprendente mundo de la exploración, de la búsqueda y de la
investigación científica, con el anhelo de encontrar respuestas a las
innumerables inquietudes que con frecuencia surgen en el andar por el mundo,
tanto en la vida profesional como en la vida misma.
Esa ruptura del cordón umbilical
antes mencionado, implica, muchas veces, alejarse por completo del lugar en el
que se nace y del que se tiene la referencia de vida más cercana, pues en
ocasiones los espacios que ofrecen mejores oportunidades de estudios a nivel de
posgrado, no se encuentran en esa tierra, que en la distancia genera los
sentimientos más llenos de nostalgia que jamás uno pensaría experimentar. Sin
embargo, esa extrañeza al terruño y al único mundo que nos genera una paz y una
seguridad que ningún otro puede ofrecer, a su vez revive ese coraje interior y
esa valentía que en un momento determinado forjó la idea de estudiar un
posgrado.
La valentía de la que se habla
llega a su máxima cumbre, cuando una vez dentro del posgrado, el estudiante
empieza a cuestionar y a dudar acerca de los cimientos sobre los cuales se ha
construido su pensar y su visión particular del mundo y de las cosas. Y es que
es el posgrado el espacio idóneo para que aflore, sin más dilación y con plena
autoridad, la crítica constructiva de todo aquello cuanto existe y de la
profesión misma que se cursa. Es en este momento, en donde se pone a prueba al
estudiante del posgrado, pues no es tarea fácil descubrir en una edad adulta,
que el mundo tal como nos lo habían contado, a través de la familia, de la
escuela y de nuestro contacto con lo que se llama realidad, tiene tonalidades
totalmente distintas a aquellas que pensábamos conocidas.
Este confrontar de lo construido
versus aquello que emerge como resultado del posgrado, se asemeja a la entrada
intempestiva de un fuerte vendaval, el cual llega con ímpetu y brío, levantando
el polvo del camino, derribando viejas paredes, estremeciendo frágiles pisos y
quitando rígidos techos, que con la excusa de proteger y ofrecer seguridad,
limitan y fijan fronteras, obnubilando la visibilidad más allá de un pequeño
recuadro.
No obstante, después del temporal,
con los pocos sobrevivientes al mismo, se
empieza a construir un mundo nuevo, en el cual la vida es concebida, ya no con
los dos únicos colores (blanco y negro) o con los dos únicos bandos (bueno y
malo), que históricamente se han repetido, recalcado y transmitido, para cercar
nuestro pensamiento y evadirlo del incómodo cuestionamiento, sino que por el
contrario la vida adquiere una incontable cantidad de matices y explicaciones,
que permiten comprender, aunque no necesariamente aceptar, el por qué la
humanidad actúa como lo hace.
En el transcurso de la experiencia
del posgrado el estudiante se confronta a sí mismo, siente miedo, tiene dudas, experimenta el
cansancio, acaricia la tristeza, el enojo y en muchas ocasiones se siente
engañado, sin embargo, hay una sed inagotable y un amor infinito al
conocimiento que puede más, y pese a que en algunos momentos, pareciera
sentirse en un abismo y desea huir, esa valentía que lo llevó a tomar la
decisión de inscribirse al posgrado, encuentra su confirmación en el implacable
decreto de seguir.
2.
Perseverancia
Una vez superado aquel vendaval
del cual se habló en líneas anteriores, gracias a la valentía y al coraje del
alumno del posgrado. Éste también se puede definir como una persona con
actitudes de una marcada e ineludible perseverancia, ya que el camino por el
cual transita el estudiante del posgrado no carece en lo absoluto de los
obstáculos, contratiempos y accidentes que uno se encuentra, normalmente en la
vida cotidiana, por el simple hecho de andar.
De hecho, es en los momentos más
críticos y de mayor exigencia a nivel académico, cuando germinan de manera
inesperada, una serie de reveses que se convierten en pequeños desafíos dentro
del proceso, poniendo a prueba la constancia, el empeño y el tesón del
estudiante de posgrado.
Empero, son esos momentos los que fortifican
a aquellos seres afanosos de conocimiento, ya que la vivencia del posgrado se
convierte en un manantial del cual emana, no sólo el agua pura que deriva en la
academia, sino que también devienen de
ese caudaloso manantial, los elementos precisos que permiten que el estudiante
crezca como ser humano, se fortalezca y sea lo suficientemente apto para
desarrollar la capacidad necesaria de
superar cualquier reto que se presente en la vida cotidiana.
Además, con la innumerable
cantidad de distractores que existen en la sociedad actual, en donde las redes
sociales y las diversas formas de entretenimiento ocupan un sitial central,
estudiar un posgrado, además de representar un acto heroico tras vencer todas
estas tentaciones y sobrevivir con éxito en el proceso, es sin duda alguna una
demostración de una innegable perseverancia y constancia en pro del
cumplimiento de nuestro objetivo.
3.
Orgullo
Ser estudiante de posgrado
significa orgullo. Ese orgullo que nace de las causas más nobles, probas y
virtuosas.
Ser alumno de posgrado,
representa, en primer lugar, ser muchas veces el único miembro de la familia en
lograrlo. Conlleva ser el faro, la luz y el referente que guía y sostiene a ese
núcleo cercano del cual germinamos. Significa ser la persona que se convierte
en el ejemplo, en el estímulo y en el nervio impulsor de las nuevas
generaciones de nuestro árbol genealógico.
En ocasiones pasa casi
inadvertido, pero cuando reflexionamos acerca de la forma en que la familia,
que nos crío y que nos ayudó a crecer hasta la edad en la que pudiésemos
sostenernos, nos percibe, podemos advertir que el ingresar a un programa de
posgrado, les cambia radicalmente la visión acerca de nosotros, los
estudiantes. Pues este giro, que tal vez nos parezca poco trascendente, enorgullece,
alegra, satisface y hace palpitar con gran potencia y fulgor, los corazones de
nuestros seres más queridos, ubicándonos en un altísimo pedestal.
En segundo lugar, ser estudiante
del posgrado representa un orgullo a nivel personal, pues es el resultado de un
sueño muchas veces originado en la infancia, cuando tal vez uno no era
consciente de qué significaba el vocablo posgrado.
Sin embargo, en aquellos años
pueriles, es muy probable que se conociese a alguien que portaba algún título
de los que tales estudios otorga, y ese alguien se convirtió en un digno modelo
a seguir, manteniendo en la mente del estudiante de posgrado la firme
convicción de que cuando creciese estudiaría una maestría, un doctorado, o por
qué no: ambos.
Además, ser estudiante de posgrado
enorgullece, porque es el corolario de un cúmulo de esfuerzos de más de dos
años que van desde un largo proceso de inscripción al mismo, en el cual hay que
demostrar nuestras habilidades en diferentes temas para ser admitidos, hasta el
proceso mismo de aprender y desaprender para volver a aprender.
Cursar estudios de posgrado no
puede dejar de enorgullecernos porque a través de este proceso, podemos decir
con orgullo que fuimos testigos de nuestra propia metamorfosis, de nuestro
renacer como personas y sobre todo del surgimiento y desarrollo de nuestra
autoconsciencia.
4.
Anhelo
Ser estudiante de posgrado significa
mantener un profundo anhelo de un futuro distinto.
El alumno de posgrado encarna el
loable ideal de materializar un cambio partiendo de si mismo. Para ello,
apuesta por un cambio en su forma de comprender el mundo, en la manera de
enriquecerse como persona y como profesional, en la forma de adquirir
conocimientos y en el modo de crecer.
Por ello opta por estudiar el
posgrado, para en primer lugar, generar cambios a partir de si mismo, generando
así una especie de eco que resuene en otras personas, de modo que se motiven a
adentrarse también en ese crecimiento que ofrece y provee los estudios de
posgrado.
De igual forma, este anhelo que
define al alumno de posgrado, va encaminado también en un afán y en un deseo de
mejorar tanto su propia calidad de vida como la de su familia, pues el posgrado
representa esa esperanza de buscar uno mismo las herramientas necesarias para
ser más competitivos en el amplio mercado de intelectos que convergen en el día
a día. De modo que sea el posgrado ese instrumento que permita abrirse camino y
tener más y mejores oportunidades laborales.
El anhelo del estudiante de
posgrado, no se limita a su ámbito personal. Este se extiende a nivel grupal y
social, porque al estudiar un posgrado uno adquiere, refuerza y desarrolla un
nivel de consciencia de lo colectivo.
Es por ello que este anhelo se
convierte en una firme esperanza de poder compartir los conocimientos adquiridos
con otros, y así poder contribuir a mejorar no sólo la calidad de vida
personal, sino también a mejorar la vida de los demás, coadyuvándoles así a que
puedan encontrar el camino para crecer y forjarse un mejor futuro.
III.
El
significado de ser estudiante de posgrado: valentía, perseverancia, orgullo y
anhelo.
Sin duda alguna que la experiencia
de posgrado cambia radicalmente la visión de los alumnos que la viven.
Pues gracias a los valores,
sentimientos y actitudes del alumno, al momento de determinar cursar los
estudios y en el trascurso mismo del posgrado, se generan rompimientos de
esquemas rígidos, cerrados, cargados de prejuicios y limitados.
Ese rompimiento permite el devenir
de un inmenso mundo de posibilidades, en donde el alumno de posgrado encuentra
respuestas a los innumerables cuestionamientos que le han surgido en el
transcurso de la vida.
En este sentido, la experiencia
misma del posgrado, permite que el estudiante abra su mente a dimensiones jamás
antes imaginadas, en donde no existen límites, fronteras, ni horizontes, sino
el simple deseo de navegar en el inmenso mar
al que nos introduce la investigación científica seria, a través de la cual
los resultados no están ni han sido escritos, sino que pueden ser de los más
amplios y diversos.
Esta apertura y este dejarse
llevar como velero en alta mar, por el vaivén de las olas del conocimiento,
genera al alumno del posgrado la satisfacción, la libertad y la paz que no
había sido posible adquirir por ningún otro medio.
Sin embargo, tales estados máximos
de satisfacción, sólo los puede alcanzar aquel estudiante de posgrado completo
e íntegro, el cual es definido con la fusión indisoluble de actitudes, valores,
sentimientos y acciones que se pueden condensar en: valentía, perseverancia,
orgullo y anhelo.
Gracias por compartir tus pensamientos, y felicidades por tus logros que se que no van a parar en el posgrado, sino, seguirán abonando a través de tus escritos que cada vez llega a un número mayor de lectores. Nuevamente felicidades y espero nos sigamos comunicando. NOEMI
ResponderEliminarGracias Noemí. Seguimos en contacto. Saludos.
ResponderEliminarMari, que ensayo más bueno. Si hubiese la oportunidad de publicarlo en algún medio, que permita estimular a otros estudiantes a seguir y a no decaer, a que tengan el coraje, la valentía y la perseverancia para el logro del conocimiento en ese aprender y desaprender y vuelta a aprender y así tener profesionales comprometidos con el país, sería bueno.
ResponderEliminarUn abrazo, me siento orgullosa de ti.
Que lástima que Heras no pueda leer lo que escribe su sobrina, porque con letras de molde lo hubiese puesto en la Prensa.
aquí pasan de las 2 am, por lo que en otro momento con mis neuronas más dispuestas paso por tu casa y te leo, si?
ResponderEliminarsip, amenazo volver.