Crecer en
una sociedad machista y vivir bajo conceptos de lo que debe ser una mujer y de cómo
debe comportarse ha permeado mi vida, así como sé que ha moldeado la vida de
otras mujeres. Es increíble como desde cosas tan básicas tenemos que actuar,
sentir y pensar conforme a la expectativa de los demás, pudiendo ser estos
hombres o mujeres, pero, con independencia de quién sea, ese modelo y esa construcción se ha realizado –
directa o indirectamente – en función de complacer el ojo de los varones,
porque han sido ellos quienes han definido los cánones de nuestro mundo, incluyendo
el significado de lo que es ser mujer.
Pese a ello,
cuando las mujeres develamos estas construcciones forzadas, nos revelamos de
muchas formas, con pequeños actos y resistencias que hacemos tanto en lo
individual como en lo colectivo. En el ámbito de nuestra vida privada y también
de nuestra vida pública.
En esta
entrada, quiero compartirles una de esas resistencias que he tenido durante muchos
años, pensando que era vivida sin mayores contratiempos. Pero, hoy, con una
decisión que he tomado
he sentido la dureza de esta.
Siempre me ha
parecido absurdo tener que ir a un salón de belleza, con una alta frecuencia
para pasar largas horas de mi vida para peinarme, mediante un proceso incómodo,
sometida al calor, al dolor y al olor desagradable que generan los aparatos
calientes al tener contacto con el cabello y con productos o agua.
Más paradójico
todavía me ha parecido realizar esta práctica para pasar una semana con ese
peinado, sin lavar el cabello, pues vivimos en un país tropical húmedo, que es
además sumamente caliente.
Asimismo me
ha resultado irónico someter a mi cabello a estos procesos, cuando por lo delgada
de su hebra, solo al salir del salón, todo el proceso vivido se viene abajo.
Ni hablar
de la cantidad de energía que se gasta con esta práctica nada eco amigable, que
además nos somete a las mujeres a un canon de belleza, el de la mujer alaciada,
de pelo largo, generando estigmas sobre aquellas que poseen cabellos ondulados,
rizados, cuscús y cortos; y generando crisis muy fuertes en aquellas que tienen calvicie o luchan contra el cáncer, por ejemplo.
Aunado a lo anterior, me parece terrible los costos económicos que representa para las mujeres tener que peinarse, al menos una vez a la semana, usualmente fuera de su casa, porque la sociedad te presiona de mil maneras para que lo hagas.
Aunado a lo anterior, me parece terrible los costos económicos que representa para las mujeres tener que peinarse, al menos una vez a la semana, usualmente fuera de su casa, porque la sociedad te presiona de mil maneras para que lo hagas.
He tenido
25 años peinándome prácticamente de una misma forma. Luego de lavarme el cabello
cada día, me he amarrado una colita. En
el interín he tenido momentos en los cuales, buscando mi identidad y llevada
por esa sociedad superficial, en mi adolescencia y juventud temprana he caído
en las prácticas antes dichas, pero en períodos de muy corta duración.
Mi peinado
sencillo ha sido motivo de sendas burlas, miradas de menosprecio en eventos
rimbombantes, exclusión de ser invitada a algunos de ellos por no ir a la altura de un peinado y de recibir opiniones no pedidas de parte de personas muy
cercanas y de gente extraña. ¿Por qué no te peinas de esta forma? ¡Este o aquel
peinado te quedará hermoso! No sé cuándo te peinarás de otra manera. ¡Nelva y su colita! (En sentido lastimoso) ¡Debes hacerte un peinado más profesional! ¡La imagen es muy importante! ¡No
pareces abogada!... En fin. Cientos de comentarios a los que he hecho caso
omiso, y cuando mis apellidos han amanecido revueltos, he contestado
tajantemente, ¡porque así he querido! Mi
peinado se convirtió entonces – desde hace unos años – en una expresión de rebeldía.
De salir del molde. De mostrar que no soy un peinado, sino una mujer integral y
capaz.
Me dije que la única forma de cambiar mi peinado sería para cortármelo bajito.
Pues desde niña me han gustado los cortes de cabello corto. Recuerdo a muchas
personas que así lo han llevado, desde mi maestra de primer grado hasta
personas que a lo largo del tiempo he conocido, y quienes han inspirado mi
deseo de atreverme a cortármelo alguna vez. Sin embargo, ha sido fuerte el mandato social de
que las mujeres debemos tener el cabello largo, porque esa es la expresión de
la feminidad. Solo hay que ver los comerciales de productos de belleza o de cuidado femenino en donde salen mujeres y,
pese a que en los últimos años se introducen mujeres con pelo corto, la mayoría
son con cabellos largos, porque detrás de ellas aparece un hombre que suele ser
seducido por el olor, lo sedoso, o el color del cabello largo. Es decir, en
algo tan básico como el cabello, los demás han definido nuestra feminidad o nuestra identidad como
mujeres.
Hoy decidí materializar
mi corte de pelo. Y fue increíble todo lo que pasó en ese momento. Por primera
vez fui consciente de esto que me he atrevido a compartir en esta entrada. Durante
el proceso, sentí muchas ganas de llorar y un fuerte dolor en el pecho. Recordé las veces que había sido
discriminada o burlada por la forma en la que he llevado mi cabello, y solo
hasta hoy, pude entender que cada frase y expresión recibida me habían dolido.
Sin duda
alguna, cada día es un re-descubrimiento personal distinto. Una de-construcción o
ruptura de los mandatos familiares, sociales y culturales de un mundo superficial y profundamente machista. Cada día es la construcción de un nuevo ser, como
mujer y como un ser humano libre. Alguna vez una amiga de mi madre, quien había llegado a los 50 años decía que
luego de esa edad, ya no le importaba decir y hacer lo que quería. En ese momento me cuestioné por qué tenía que llegar a los 50 para ser
libre, por lo que desde ese momento, poco a poco, he ido construyendo, bajo ensayo y error, un ser
más a imagen y semejanza de mis expectativas y no de las de los demás.
Con este
cambio de look despido el 2019 y recibo el 2020 con la firme convicción de que
como mujer, que se siente orgullosa y plena de serlo, camino cada día para ser
más libre y ayudar a otras a serlo también, incluso con algo tan simple como con
un corte de pelo.
Por un año 2020 con mayor equidad, libertad y sororidad.
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